Agnès, cineasta parisina desgastada por la distancia, la física, la emocional, con su pasado, entra en escena con una llamada que le hiela la sangre: le comunican que su tía Colette ha muerto. Pero algo no cuadra. Colette murió, de verdad lo sabe Agnès, tres años atrás, fue enterrada en el cementerio de Gueugnon, la ciudad borgoñesa de su infancia. ¿Y cómo puede ser que ahora pidan a Agnès que identifique un cuerpo con su nombre? Esa paradoja es la grieta por la que Valérie Perrin abre la novela, y a partir de esa fisura empieza a filtrarse la vida entera de Colette, esa tía a la que todos creían muerta, pero que, si alguna vez se fue, dejó algo más que silencio detrás.
Desde esa llamada, Agnès se embarca en una búsqueda que es mitad detective, mitad retorno a casa. Regresa a Gueugnon, su pueblo natal, y recobra memorias, callejas, rostros de infancia, viejos amigos, e incluso olores y sonidos que había dejado atrás. Porque es ahí donde Colette vivió, donde dejó huellas, aunque Agnès no las hubiese visto, y secretos bien guardados.
Colette era una mujer que para el mundo parecía no dejar huella: soltera, discreta, sin hijos, con una vida que desde afuera se leía como sencillísima. Pero poco a poco, con testimonios, con viejas amistades, con el contenido de una maleta llena de casetes, con confesiones retenidas que cobran vida al ponerse de nuevo en escucha, Agnès va reconstruyendo una historia que se revela mucho más compleja de lo que pareció. La mujer silenciosa que se creía conocida de tanto verla, resulta contener una vida laberíntica de secretos, de decisiones aparentemente pequeñas pero cargadas de consecuencias.
El estilo narrativo entreteje el presente y el pasado: el presente de Agnès, su dolor, su distancia, su búsqueda; el pasado de Colette, los años escondida, los momentos de elección, los deseos invisibles, los silencios impuestos. A través de la voz de Agnès, que actúa como narradora en primera persona, el lector va dejando que lo desconocido le conmueva. Se escucha en esos casetes, se ve en las calles de Gueugnon, se huele en el aroma del hogar, y se siente en los huecos del silencio familiar. Perrin no huye del melodrama pero tampoco lo inaugura: lo sabe casar con lo cotidiano, con lo humano, con lo que duele porque no se dijo, porque se olvidó, porque el tiempo borró lo que parecía insignificante.
Aunque a veces la intriga se enreda, la novela no es un simple rompecabezas de identidad: es una reflexión sobre la memoria, sobre los vínculos que creemos conocer, sobre las personas que creemos simples y resultan compuestas. Agnès aprende, y con ella el lector, que todos tenemos historias ocultas, que lo que pensamos sin importancia puede tener ecos ricos de verdad, amor, desilusión, arrepentimiento. Colette, la tía “silenciosa”, termina siendo una presencia gravitante: no por lo que hizo visible, sino por lo que dejó callado, lo que prefirió esconder, lo que quiso proteger.
El escenario, Gueugnon, vestido con la bruma del olvido y la rutina del pueblo, de la industria, del fútbol, aporta ese aire de lugar conocido, familiar, lleno de detalles que hacían latir la infancia de Perrin, su Borgoña, que se convierte en personaje.
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Una novela luminosa sobre el peso de la memoria, los secretos familiares y la fuerza de los afectos«Una narradora prodigiosa.» Elle
COLETTE ERA UNA MUJER SIN HISTORIA, PERO NO EXISTEN PERSONAS SIN HISTORIA…
Agnès no da crédito cuando la policía le pide que identifique el cuerpo de su tía Colette, que acaba de fallecer. No es posible, lleva muerta tres años; sus restos reposan en el cementerio de Gueugnon. Sin embargo, ahí está: es ella. Entonces, ¿quién yace en su tumba, tras la lápida con su nombre? ¿Y por qué Colette hizo creer a todos durante tres años que estaba muerta?
Gracias a viejos amigos, testimonios inesperados y una misteriosa maleta llena de casetes, Agnès comienza a desenredar secretos y a reconstruir la historia de una familia, la suya. Siempre había visto a su tía Colette como una mujer que pasó por la vida sin dejar huella, pero ahora entiende lo que nunca se debe olvidar: todos tenemos una historia, todos tenemos algo que contar.
¿Pueden las palabras, escritas o habladas, cambiar nuestro presente y, más aún, regalarnos otro pasado? Con una delicadeza conmovedora y una voz única, Valérie Perrin, la gran narradora de nuestras vidas, une el destino y las existencias de varias mujeres y firma una novela magistral que ilumina lo más profundo y humano que nos habita.

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