martes, 14 de septiembre de 2010

Leído: El amante de Marguerite Duras


Hace años que me leí El amante y el otro día lo vi en la caja de libros viejos de mi biblioteca, y decidi volver a leerlo. Que sorpresa, de erotismo poco y si mucho de los fantasmas familiares de una jovencita de 16 años. Es un libro cruel, ya que la madre no demuestra ninguna emoción, el hermano pequeño muere y el grande es un vividor y ella se deja arrastrar por la vida, como si estuviese en un rio. Recuerdo también la película donde la actriz se desnudaba constantemente. Me ha sorprendido por que los recuerdos no casaban con lo que iba leyendo.

"El Amante” (1984) es una novela autobiográfica de Marguerite Duras que relata una experiencia iniciática: el deseo como constructor de la identidad del personaje. Es una experiencia de poder, de autoafirmación tras el reconocimiento, que culmina en la literatura: este proceso lleva a la autora/personaje a autoafirmar su independencia, ligada al cumplimiento de su vocación literaria. Escritura y deseo y escritura del deseo se imbrican en la obra de Marguerite Duras. Al cabo de una larga trayectoria, la escritora relata no sólo el porqué sino el cómo de su camino literario y personal. Una autobiografía “al estilo de Duras” posee unos rasgos específicos, lo cual me ha llevado a pensar en la posibilidad de caracterizar el género autobiográfico como una modalidad de discurso didáctico, de acuerdo con la clasificación contenida en Virtuts textuals, ya que me ha interesado reconocer los aspectos de didactismo que contiene una autobiografía, pues el texto dice cómo es lo que es en el texto. Ése “lo que es es así” podría ser constitutivo del género. Lo que hay “fuera” del texto de “El Amate” es la experiencia inicial del deseo y la construcción que lleva a cabo la protagonista de una identidad propia, diferenciada del resto del mundo y un proceso de emancipación que ha de culminar en su actividad como escritora: es la emergencia de un yo definido, inmediatamente posterior a su reconocimiento en una imagen emblemática. Dentro de esa idea abstracta, se incluye la realización de la personalidad como un “alumbramiento” a partir del cual la narradora se hace visible para el mundo y encuentra las claves de su diálogo con él. El deseo se hace equivalente de la vida, de lo que da la vida y puede ubicarse en la realidad: las calles, como paradigma de lo exterior y de la alteridad; por las calles circulan la vida, el deseo, intercambiables.
http://aquileana.wordpress.com/2009/02/24/marguerite-duras-el-amante/

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