Lastochka nos explica su vida, primero en el orfanato y luego adoptada por la anciana Tamara Pavlona, que la hace trabajar como esclava recolectando botellas de vidrio por la ciudad, y aun así consigue estudiar y convertirse en médica, pero su vida personal continua siendo díficil.
Igual que su anterior novela, El verano que mi madre tuvo los ojos verdes, me impacto y a menudo pienso en ella, con esta obra no me ha pasado lo mismo, y es que no es tan intimista ni sentimental como aquella. Lo que si me ha servido es para conocer la vida de Moldavia en los duros años de la Perestroika.
Aprovechando que Tatiana Tíbuleac estaba por Barcelona, fui a verla en un acto de presentación de libro y su discurso estaba muy bien.
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La anciana Tamara Pavlovna rescata a la pequeña Lastochka de un orfanato durante los años más grises del comunismo en Moldavia. Lo que en principio puede parecer un acto de piedad esconde una realidad terrorífica. A Lastochka la han comprado para trabajar como esclava recolectando botellas por las calles de la ciudad. Sobrevive en un ambiente marcado por la violencia y la miseria mientras rechaza las insinuaciones de unos hombres demasiado obstinados.
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