jueves, 30 de octubre de 2025

Leído: Helena o el mar del verano

Helena o El mar del verano - Julián Ayesta. Barcelona : El Acantilado, 2007. 87 p.

Hay libros que parecen hechos de aire, de luz y de memoria. Helena o el mar del verano es uno de ellos. Apenas ochenta páginas, pero con la densidad de un recuerdo que se repite cada vez que uno mira hacia atrás y se pregunta cuándo empezó a perder la inocencia.

En esta breve y delicada novela, Julián Ayesta evoca un verano en la costa asturiana, donde el protagonista, un muchacho adolescente, pasa las vacaciones junto a su familia y a Helena, la prima o la amiga, la figura luminosa que encarna el primer amor. Todo sucede en un tiempo suspendido: los días de baño, las meriendas bajo los árboles, los juegos en la playa, las tardes que se alargan hasta el anochecer. En esa atmósfera, lo cotidiano se vuelve ritual, y cada gesto, una mirada, una palabra, un silencio, parece contener una revelación.

Ayesta escribe desde la nostalgia, pero no desde el sentimentalismo. Su prosa es sencilla, transparente, como si no quisiera perturbar la pureza del recuerdo. El mar, omnipresente, funciona como símbolo de lo que cambia y permanece, de la juventud que se va y de la vida que sigue su curso. En el horizonte de esas olas ya se adivina la pérdida, aunque los personajes todavía no lo sepan.

El relato alterna entre el tono evocador y el humor doméstico, dibujando con precisión la vida familiar de la burguesía provinciana española de mediados del siglo XX: las comidas interminables, los rezos, los veraneos en la finca, las conversaciones sobre el futuro. Todo parece tan real que uno podría oler el salitre o escuchar el rumor de la vajilla. Pero en medio de ese mundo ordenado, se cuela la turbación del despertar amoroso y la intuición de que el paraíso no durará.

Helena o el mar del verano es, sobre todo, un canto a la fugacidad: a la infancia, al amor primero, a la belleza que no se puede retener. Su brevedad es su fuerza; su lirismo, su verdad. Como un verano que se acaba sin aviso, deja en quien lo lee una melancolía serena, la certeza de haber habitado, aunque sea por un momento, un lugar donde todo parecía posible.

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Cuando apareció en 1952, Helena o el mar del verano fue considerada por un pequeño grupo de entusiastas lectores una de las obras más extraordinarias de la narrativa española de posguerra. A través de los años permanece intacto el poder de sugestión y el lirismo de la escritura de Ayesta.

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