El camino del padre, de Eva García Sáenz de Urturi, es la esperada tercera y última entrega de La saga de los longevos. En esta novela, la autora ofrece un cierre emocional y complejo, centrado en los conflictos más profundos de una familia marcada por la inmortalidad, el silencio y los secretos. La historia comienza con una explosión en una clínica de Nueva York donde ha sido operado Nagorno. Entre los restos aparecen cinco conchas de caurí, símbolo ritual de los Hijos de Adán, una secta que se remonta a siglos atrás. Este suceso desata una huida urgente de Gunnarr y Adriana, quienes emprenden un viaje que se convierte no solo en físico, sino en simbólico: una suerte de peregrinación por el Camino de Santiago que los lleva a enfrentarse con su pasado y con los lazos familiares que han intentado ignorar o enterrar.
La estructura de la novela alterna entre el presente y diferentes momentos históricos que abarcan desde el siglo XIV hasta la actualidad. En estos saltos temporales se revelan claves que permiten comprender mejor la evolución de los personajes, especialmente de Gunnarr, Adriana e Iago. Este último, tras una profunda amnesia, se ve obligado a reconstruirse desde cero y a tomar decisiones difíciles sobre su vínculo con la Vieja Familia. Adriana, por su parte, gana fuerza como protagonista, enfrentándose a su papel de hija, arqueóloga y heredera de un legado que muchas veces la ha sobrepasado. Gunnarr continúa siendo el personaje más magnético: fuerte, racional, pero emocionalmente atrapado en lealtades que lo desgastan.
Uno de los grandes aciertos de la novela es la profundidad psicológica con la que están escritos sus personajes. Cada uno de ellos, incluidos Nagorno y Lür, encarna un tipo distinto de duelo, de forma de afrontar la inmortalidad y de entender el pasado. El tema del silencio familiar es central: lo que no se dice, lo que se hereda sin palabras, lo que se oculta por miedo a romper la unidad. En ese sentido, el título de la novela —El camino del padre— funciona también como una metáfora del proceso interior que atraviesan los protagonistas: buscar su lugar dentro de una genealogía que ha estado marcada por la ausencia emocional, más que por el tiempo.
Como en las entregas anteriores, Urturi demuestra una enorme capacidad de documentación y ambientación. Los escenarios, que van desde el desierto de Libia hasta Java, pasando por Noruega, Irlanda, Cantabria o el propio Camino de Santiago, están descritos con precisión y belleza. La autora se ha apoyado en investigaciones históricas, científicas y arqueológicas, lo que le da a la novela una textura rica y verosímil. El ritmo es ágil gracias a los capítulos breves y a una narración en primera persona que cambia de voz según el personaje, manteniendo la tensión y el interés en todo momento.
En definitiva, El camino del padre es una conclusión sólida, emocional y muy bien construida de una saga que ha sabido explorar los grandes temas universales —la identidad, la muerte, el amor, la memoria— a través del prisma de una familia ficticia que se siente, por momentos, profundamente real. Para quienes han seguido la saga desde sus inicios, este cierre resulta tan satisfactorio como inevitable. Es también una reflexión sobre cómo enfrentamos nuestras raíces, cómo dialogamos con nuestro pasado, y qué estamos dispuestos a callar o a decir para no romper lo que más amamos.