Leer esta novela me supuso un gran esfuerzo, ya que está escrito en el dialecto de las islas Canarias, utilizando un vocabulario peculiar, pero una vez entras en la trama, te cuesta dejarla, y acabas comprendiéndolo casi todo.
La historia de amistad entre la protagonista, sin nombre, e Isadora, en un largo verano de la década de los 2000, tiene el regusto del pasado, de la utilización del Messenger, de las culebrones de La 1, de unas cuantas cosas que ahora ya nos parecen lejanas. Y estas dos niñas, ya a punto de entrar en la adolescencia, tienen todo un largo verano por delante en el que hablaran y experimentarán sobre temas tan diversos como la depilación, los cambios en el cuerpo, las dietas, y todo explicado por una protagonista sin nombre, que adora a Isadora, y que le tiene envidia por todo, y eso es lo que marca esta relación de amistad tan honda, tan típica de la infancia, al menos yo lo veo así. En fin, una novela con un final abrupto y que te deja con el alma en pena.
Andrea Abreu forma parte junto con otras autoras contemporáneas, como Irene Vallejo, Ana Iris Simón o Sabina Urraca de la nueva saga de escritoras fuera del influjo de las grandes ciudades como Madrid o Barcelona, y para mí ha sido un gran descubrimiento, para ver otras realidades alejadas del gran mundo urbano.
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Tenemos, por un lado, a la narradora, de la que no sabemos el nombre (la llaman shit cuando se refieren a ella), y, por otro, a Isora, su mejor amiga, a la que tiene completamente idealizada. Ambas pasan juntas un verano de principios de los 2000 en el que comienzan a dejar atrás la niñez y se adentran en algunos aspectos propios de la adolescencia. El tema del canon de belleza femenino es uno de los más desarrollados en la obra: la depilación, los cambios del cuerpo, el control de la alimentación, etc.
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