En Abel, Alessandro Baricco regresa después de años de silencio con una novela breve pero intensa que transforma el western en un territorio literario cargado de poesía y reflexión. La obra nos sitúa en un Lejano Oeste que, más que un espacio físico, es un escenario mental y emocional.
El protagonista es Abel Crow, un joven sheriff de veintisiete años, leyenda por su puntería y por el famoso disparo “el Místico”, capaz de ejecutar dos tiros simultáneos con ambas manos. La narración se construye como un mosaico de veintisiete capítulos que no siguen una secuencia temporal lineal: avanza, retrocede y se repite, como si el tiempo fuera una sustancia maleable donde el antes y el después se confunden.
En estas páginas encontramos duelos y saloons, desiertos y pueblos polvorientos, pero lo que realmente se despliega es una meditación sobre la vida, la muerte, el amor y la memoria. Baricco utiliza el paisaje del western no solo como telón de fondo, sino como un espejo de las fronteras interiores de los personajes. Abel no es únicamente un hombre de acción, también reflexiona sobre el sentido de las cosas y cuestiona la relación entre causa y efecto, como si el Oeste fuera un laboratorio filosófico tanto como un campo de batalla. A su lado aparece Hallelujah Wood, amante carismática y esquiva, que encarna una libertad feroz y un magnetismo indomable, así como un grupo de hermanos singulares, predicador, minero, vidente, y una hermana determinada a salvar a su madre de la horca, detonando el corazón dramático de la historia.
El estilo de Baricco combina lirismo y precisión, capaz de describir con la misma intensidad una puesta de sol en la llanura y un instante de violencia pura. Hay humor irreverente que aligera la densidad de las ideas, y una estructura narrativa que exige la participación activa del lector, invitándolo a recomponer la historia como si fuera un rompecabezas. El resultado es un “western espiritual” en el que la aventura y la filosofía se entrelazan de forma natural, y donde la tensión entre lo visible y lo invisible, entre lo que ocurre y lo que se recuerda, sostiene la trama hasta el final. Abel es, en definitiva, una novela que se lee de un tirón, que conmueve y deja un eco largo, un libro que, como han señalado algunos críticos, puede considerarse uno de los más hermosos de su autor.
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