domingo, 27 de diciembre de 2015

Leído: Hombres desnudos de Alicia Gimenez-Bartlett

Alicia Gimenez-Bartlett, Hombres desnudos. Barcelona: Planeta, 2015. 480 p.

No soy demasiado partidaria del premio Planeta, ya que todos sabemos a estas alturas que es un premio dado a dedo para promocionar algun autor del Grupo Planeta o a alguno que algun motivo necesita el dinerillo, por eso este año fue una sorpresa que se lo diesen a Alicia Giménez Bartlett, la gran dama del crimen español, en estos momentos, junto con Dolores Redondo, al menos desde mi punto de vista. Me gusto mucho una entrevista que le hicieron donde le preguntaron que si todo lo del libro era biográfico, y ella aclaro que especialmente la parte de drogas y sexo, con un par para que quede claro que a preguntas tontas, respuestas idiotas.
Esta novela de Alicia Giménez Bartlett se aleja de su temática habitual, ya paso con aquella biografía de la guerrillera transexual (ahora no recuerdo el título), y explica la vida después de su separación de la protagonista, una mujer obsesionada con la figura de su padre, y que ve como esta crisis se lleva también su empresa, la que creo su padre.
Me ha gustado el libro, a pesar de su aire pesimista, ya que refleja bastante bien la actitud de las personas delante de la situación actual.

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Nadie puede imaginar hasta qué punto los tiempos convulsos son capaces de convertirnos en quienes ni siquiera imaginamos que podríamos llegar a ser. Hombres desnudos es una novela sobre el presente que estamos viviendo, donde hombres treintañeros pierden su trabajo y pueden acabar haciendo estriptis en un club, y donde cada vez más mujeres priman su carrera profesional sobre cualquier compromiso sentimental o familiar. En esta historia, esos hombres y esas mujeres entran en contacto y en colisión, y lo harán con unas consecuencias imprevisibles.

Sexo, amistad, inocencia y maldad en una combinación tan armónica como desasosegante.

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Fragmento
Mis amigos adoptantes de hijos, parejas encantadoras, también se han unido al grupo que me ofrece «cualquier cosa que necesite» tras mi separación. Y me han hecho gratas y bienintencionadas profecías: «Ya verás, después de un tiempo todo volverá a la normalidad. Te sentirás bien, más fuerte si cabe, más segura de ti misma». No he vuelto a verlos, no me han llamado por teléfono ni una sola vez. Pensar que «los amigos me han fallado» comportaría que alguna vez tuve fe en ellos, y no es así. Los amigos siempre me han importado de un modo relativo, sirven para cubrir las necesidades sociales: salir a cenar, charlar distendidamente…, poco más. Por eso suelen tener características en común; y no me refiero al carácter o la ideología, sino a cosas muy materiales: compañeros de trabajo, hijos de la misma edad, residencia en el mismo vecindario. Rellenan un espacio de la vida que está libre. Nunca he visto con mis propios ojos ninguna de esas amistades épicas de los hombres ni la intimidad total que dicen que puede darse entre mujeres. ¿Fidelidad hasta la muerte? Ni los perros te la proporcionan

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