martes, 15 de enero de 2019

Leído: Serotonina de Michel Houellebecq

Serotonina - Michel Houellebecq. Barcelona: Anagrama, 2019. 288 p.

Las obras de Michel Houellebecq siempre crean polémicas por algún motivo, en este caso por qué los críticos pudieron leer la obra con mucha antelación y eso ha creado malestar (¿no sé por qué?).La historia me ha recordado mucho a la obra de Nick Hornby Alta Fidelidad, pero con el toque Houellebecq, un Houellebecq deprimido, que después de una enesima ruptura amorosa con una chica japonesa un pelín rara, decide rememorar su vida amorosa con todas las chicas que ha tratado y conocido, y las va buscando para saber que ha sido de su vida, no llega al patetismo de Hornby, que quiere saber con pelos y señales el por qué se rompio la relación, pero casí. Y para eso Houellebecq va recorriendo Francia y encontrando a sus exnovias, y en algunos cosas contacta con ellas y en otros no, dedicandose solo a observarlas como si fuesen pájaros de una rareza incalculable.
Resultado de imagen de houellebecqTodo esto aderezado por su experiencia con la toma de antidepresivos, concretamente uno nuevo que parece que tiene mucha fama, pero que le suprime los deseos sexuales. Y con el peso de su profesión, alguna cosa relacionada con la agronomia, en una Francia con revueltas de agricultores que presagia casi una nueva revolución francesa. 
La obra me ha gustado pero se aleja al Houellebecq al que estoy acostumbrada ya que lo encuentro poco provocativo.
Aun así me ha gustado.
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Traducción al castellano de Jaime Zulaika
Florent-Claude Labrouste tiene cuarenta y seis años, detesta su nombre y se medica con Captorix, un antidepresivo que libera serotonina y que tiene tres efectos adversos: náuseas, desaparición de la libido e impotencia.
Su periplo arranca en Almería –con un encuentro en una gasolinera con dos chicas que hubiera acabado de otra manera si protagonizasen una película romántica, o una pornográfica–, sigue por las calles de París y después por Normandía, donde los agricultores están en pie de guerra. Francia se hunde, la Unión Europea se hunde, la vida sin rumbo de Florent-Claude se hunde. El amor es una entelequia. El sexo es una catástrofe. La cultura –ni siquiera Proust o Thomas Mann– no es una tabla de salvación.
Florent-Claude descubre unos escabrosos vídeos pornográficos en los que aparece su novia japonesa, deja el trabajo y se va a vivir a un hotel. Deambula por la ciudad, visita bares, restaurantes y supermercados. Filosofa y despotrica. También repasa sus relaciones amorosas, marcadas siempre por el desastre, en ocasiones cómico y en otras patético (con una danesa que trabajaba en Londres en un bufete de abogados, con una aspirante a actriz que no llegó a triunfar y acabó leyendo textos de Blanchot por la radio...).
Se reencuentra con un viejo amigo aristócrata, cuya vida parecía perfecta pero ya no lo es porque su mujer le ha abandonado por un pianista inglés y se ha llevado a sus dos hijas. Y ese amigo le enseña a manejar un fusil...
Nihilista lúcido, Michel Houellebecq construye un personaje y narrador desarraigado, obsesivo y autodestructivo, que escruta su propia vida y el mundo que le rodea con un humor áspero y una virulencia desgarradora. Serotonina demuestra que sigue siendo un cronista despiadado de la decadencia de la sociedad occidental del siglo XXI, un escritor indómito, incómodo y totalmente imprescindible.
«Lo que me impide leer los libros de Houellebecq y ver las películas de Von Trier es una suerte de envidia. No es que les envidie su éxito, pero leer esos libros y ver esas películas sería un recordatorio de lo excelsa que puede ser una obra y lo muy inferior que es mi trabajo» (Karl Ove Knausgård).

2 comentarios:

  1. A mí el autor me desconcierta y me descoloca, hay momentos que me llega y otros que me irrita 🙄 ahora de momento lo dejo con sus neuras y yo con las mías.

    Besitos 💋💋💋

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  2. Nadie se ha fijado en el uso maestro de las comas?

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