Hay libros que no necesitan grandes giros argumentales ni personajes épicos para dejar huella. Aún nos queda el teléfono, de la escritora y artista Erica Van Horn, es uno de ellos. En apenas 109 páginas, nos ofrece un diario fragmentario que recoge escenas mínimas de su vida en el campo irlandés: conversaciones casuales con vecinos, malentendidos entrañables, el clima, los animales, las rutinas más anodinas... y, sin embargo, en cada entrada late algo más profundo.
La voz de Van Horn es irónica, observadora y sutilmente poética. Su mirada no embellece la realidad, pero sí la revela en todo su extrañamiento cotidiano. Leerla es como asomarse a un mundo donde el tiempo va más lento, donde las palabras pesan más y donde los gestos más simples se vuelven materia literaria.
La edición en castellano, a cargo de Ana Flecha Marco, respeta con precisión el tono seco y encantadoramente absurdo de la autora. La traducción fluye con naturalidad y conserva ese humor tan británico (aunque Van Horn sea estadounidense) que se cuela en cada página.
Aún nos queda el teléfono no busca grandes revelaciones, pero ofrece algo mucho más raro: una atención radical a lo pequeño. Es un libro que se lee en una tarde, però resuena durante días. Ideal para quienes disfrutan de lo cotidiano elevado a arte, de los diarios que son también mapas emocionales, y de la escritura que observa más que proclama.
Un pequeño tesoro para lectores atentos.
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