Me gusta mucho el día de Sant Jordi, y aprovecho siempre un momento para ir a ver las paradas de Paseo de Gracia y Rambla Catalunya. Y siempre me quejo de las mismas cosas, que los profesionales del libro brillan por su ausencia, o al menos siempre me tocan los tontos a mí, y que me harta ver a todas esas jovencitas que deben ser hijas/sobrinas/nietas del personal librero de turno y que ese día las ponen allí como las podrían poner en el Zara o HM o en una cafetería, total no se enteran de nada. También soy consciente de la dificultad de sacar adelante un día como el de Sant Jordi en Barcelona.
La primera, en un tenderete de Paseo de Gracia, con literatura de todo tipo, pido por el último libro de la Pilar Urbano (La gran desmemoria), para mi padre, pero sólo pido "el último de la Urbano", si la señora que me atendió hubiese sido una profesional del ramo, hubiese sabido que se trataba de dicho libro, que ha sido el más vendido en no ficción en castellano, pero señores se va al ordenador para saber qué libro se trata, y me dice que no tienen, a ver con la cantidad de gente que hay imposible mirarlo tú misma, con lo que doy por buena la respuesta y me voy, pero que clase de persona ponen que no sabe el título del libro más vendido en no ficción en castellano.
La segunda, en el tenderete de Libreria Universitaria, detecto el libro en una pila enorme, y consigo atraer la atención de un tendero (me niego a llamarlos libreros en ese día y en momento), gracias a Dios el único que no está comiendo croissants rellenos de chocolate, vigilo atentamente a las 2 jóvenes que comen croissants para que no se acerquen a mi libro, además observo que se limpian discretamente las manos en sus pantalones pitillos, ni utilizan unas toallitas húmedas para limpiarse ni nada, o sea que todos los libros que tocaron sus "manitas" llenos de chocolate o de polvo del croissant. Consigo el libro, y el tendero lo mete en una bolsa que es obvio, incluso para un niño, que es demasiado pequeña, y pretende que me pase toda la tarde paseando con una bolsa diminuta que no puede contener el pesado libro, le pido educadamente que me cambie la bolsa, y se da el joven cuenta que en efecto la bolsa es pequeña, y la cambia, pero con tan pocas ganas que no saca el libro de la bolsa pequeña sino que lo mete todo dentro de la grande, con lo que acaban de derrochar 1 bolsa de la manera más tonta. Pago y espero pacientemente que me devuelva el cambio (una moneda de 2 euros), y veo que tiene dificultades mentales para controlar el cambio (creo que estaba más pendiente de que las jóvenes dejaran croissants de chocolate que de la venta). En fin, bravo por Libreria Universitaria, si cierran ya sabré por qué.
En fin, como llevo haciendo desde hace unos años, los libros de Sant Jordi los compro unos días antes tranquilamente y así no tengo que vivir pendiente de si las tenderas me van a ensuciar el libro de chocolate.
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