El domingo acabo la sexta temporada de Game of Thrones en EEUU y el lunes vimos el gran final. Desgraciadamente leí un spoiler y para mí las dos grandes sorpresas del final de temporada sólo fue una. Esta sexta temporada ha estado muy bien, en cada episodio algo ha pasado y siempre te ha dejado con la sensación de querer más y más. He conseguido ver cada capítulo, cada lunes, y con eso he evitado leer spoilers de los innumerables blogs televisos que sigo.
Las andanzas de todos los personajes han sido muy intensa en esta sexta temporada, empezando por la resurrección de John Snow (creo que a estas alturas poca gente queda no lo sepa) y por todas las cruentas muertes que ha habido.
A la hora de decidir a que casa soy fiel, me debato entre la casa Lannister, y es que a pesar de la maldad de Cersei, y el atribulamiento permanente de Jamie, me quedo con la lucidez de Tyrion, una autentica "mano del rey", el poder en la sombra, un poder inteligente y que fascina, y la otra elección es la casa Stark, los "bueños" a pesar del odio de Lady Catelyn Tully a John Snow por considerarlo un bastardo, la soberbia de los pequeños Stark por creerse los mejores, la humildad y minusvaloración de John Snow. Aquí no hay ni buenos ni malos, hay diferentes maneras de enfrontar los situaciones. Me decía mi Santo que en la novela este maniqueismo entre buenos y malos de la serie no aparece, y que todo queda más diluido. Aprovechando el final de la temporada mi Santo me resumio la Guerra de las dos Rosas, historia en al que se basa George R. Martin para escribir su Juego de Tronos.
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