viernes, 19 de septiembre de 2025

Leído: Asalto a las panaderías de Haruki Murakami

Asalto a las panaderías - Haruki Murakami ; ilustraciones: Kat Menschik ; traducción de Lourdes Porta. [Barcelona] : Libros del Zorro Rojo, 2015. 62 p.

En Asalto a las panaderías, Haruki Murakami recupera uno de sus relatos breves más emblemáticos, acompañado en esta edición por las ilustraciones de Kat Menschik, que refuerzan su atmósfera surreal y onírica. Publicado por primera vez en los años ochenta, el cuento relata el extraño episodio de dos jóvenes que, llevados por el hambre y el azar, deciden asaltar una panadería, aunque el robo terminará transformándose en un suceso insólito y casi absurdo.

Con su estilo característico, Murakami mezcla lo cotidiano con lo fantástico, dejando entrever una tensión constante entre la banalidad de la vida moderna y la irrupción de lo inesperado. El hambre, la música (en este caso, Wagner) y la violencia soterrada se entrelazan en un relato breve, cargado de simbolismo y abierto a múltiples lecturas.

Las ilustraciones de Menschik, expresivas y de trazo elegante, dialogan con el texto potenciando su carácter ambiguo y sugerente, mientras que la traducción de Lourdes Porta mantiene la sencillez lírica de la prosa de Murakami.

Aunque ligero en extensión, este pequeño libro concentra las claves del universo murakamiano: personajes que oscilan entre la apatía y la ensoñación, situaciones insólitas que irrumpen en la normalidad y una mirada irónica sobre el sinsentido de la existencia.

En definitiva, Asalto a las panaderías es una obra breve pero intensa, que funciona tanto como una puerta de entrada al universo de Murakami como una delicada pieza de colección para sus lectores más fieles.

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Una noche, muy tarde, acosada por un repentino ataque de hambre, una pareja que apenas ha empezado a convivir y casi no tiene comida en casa decide salir a buscar un restaurante abierto donde poder saciarse. El hombre confiesa a su compañera que ya ha sufrido otro episodio similar en el pasado, resuelto con el asalto a una panadería, donde él y un amigo de la época pudieron comer pan hasta hartarse a cambio de recibir una imprecisa maldición y escuchar sin ganas la música preferida del panadero, fanático de Wagner. Desaforada, la pareja cede a la presión del hambre y sale a la noche de Tokio armada con una vieja escopeta, buscando el olor a pan.

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