En Alicia en Sussex, el historietista austriaco Nicolas Mahler nos ofrece una reinterpretación muy libre, irónica y profundamente absurda del universo de Alicia en el País de las Maravillas. Partiendo tanto del legado de Lewis Carroll como del surrealismo poético del escritor vienés H. C. Artmann, Mahler construye un mundo que se mueve entre el sinsentido lúdico y la crítica velada al pensamiento lógico, la identidad y la literatura misma.
La protagonista —una Alicia muy distinta a la niña curiosa del original— deambula por un Sussex improbable, plagado de personajes extravagantes, situaciones absurdas y diálogos que rozan lo filosófico y lo ridículo. Como es habitual en Mahler, el dibujo es deliberadamente minimalista: personajes esquemáticos, expresiones lacónicas y fondos apenas esbozados, lo que potencia el desconcierto del lector y deja espacio para que el lenguaje y el ritmo narrativo adquieran protagonismo.
Este Sussex es menos un lugar geográfico que un estado mental o un paisaje onírico, donde las convenciones narrativas se diluyen y el absurdo reina con plena legitimidad. Mahler no busca reproducir la historia de Carroll, sino capturar su espíritu dislocado, y lo hace mezclándolo con la irreverencia de Artmann y su gusto por lo ilógico.
La obra funciona tanto como homenaje como parodia. Es un ejercicio de estilo en el que el autor, con su particular economía visual y textual, reflexiona sobre el lenguaje, la lógica, los límites de la representación y el papel del lector ante una obra que desafía todo intento de interpretación tradicional.
Alicia en Sussex es una obra singular dentro del panorama de la novela gráfica contemporánea: inteligente, absurda, exigente y, al mismo tiempo, deliciosamente ligera en su ejecución. Un libro para quienes disfrutan de los juegos lingüísticos, las referencias literarias cruzadas y el humor filosófico. Mahler, fiel a su estilo, convierte el desconcierto en una forma de arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario