Este verano me dio por leer este libro, ya que había ido leyendo en diferentes revistas que estaba de moda.
Y aparte de la parrafada de abajo, todo se reduce a seguir los diez mandamientos especificados abajo.
Todo con mucho sentido común y nada extravagante.
Para más información en su web https://www.marksdailyapple.com/
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Los diez mandamientos:
Come plantas y animales
Evita cosas venenosas
Muévete con frecuencia, pero despacio
Levanta objetos pesados
Corre a toda velocidad de vez en cuando
Duerme lo suficiente
Juega
Toma suficiente sol
Evita los errores estúpidos
Usa el cerebro
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Cuando comencé la aventura de crear este libro hace casi cinco años, me sentía como si fuera el regreso de David contra Goliat. Aunque los lectores de mi blog, MarksDailyApple.com,1 me impulsaban a escribir un manifiesto cavernícola que atacara la Sabiduría Convencional (término que aparecerá mucho en este libro por su semejanza con esos letreros amarillos de PELIGRO), y yo hace años publiqué varios libros sobre salud y ejercicio, esta tarea implicaba enfrentarse al poderoso oponente del statu quo, la Sabiduría Convencional, por no mencionar que también confrontaba a la anodina industria editorial. Me cerraron muchas puertas en las narices y me colgaron el teléfono más de una vez mientras yo concluía apresuradamente mi presentación del proyecto. “No eres médico, Mark. No tienes credibilidad.” “Suena ingenioso, pero si no lo respalda una celebridad no vas a llegar a ningún lado.” “¿Dejar los cereales? ¿Comer más grasas? ¿Entrenar más despacio y por menos tiempo? Los lectores nunca aceptarán estas ideas.”
Después de literalmente levantar el polvo durante mis caminatas para visitar a los agentes y editores neoyorquinos, me derrumbé en mi habitación de hotel. Me dolían los pies después de usar zapatos reales durante horas (es una de las desventajas de ser dependiente de tus tenis minimalistas), pero tenía una sonrisa de oreja a oreja. Estaba listo para pelear. Si los canales convencionales no se arrodillaban para recibir los nuevos mandamientos del cavernícola, yo estaba más que feliz de volverme mi propio editor, agente y autor.
No me gusta presumir, pero creo que hoy la comunidad cavernícola en su totalidad puede alardear tanto como quiera. Nuestro movimiento pasó de ser una locura marginada a tener aceptación masiva. La primera edición de este libro, publicada por un grupo desconocido originario de Malibú, California (porque no podíamos alejarnos más del epicentro editorial neoyorquino), vendió más de 130 000 copias (con seis reimpresiones), llegó al número dos en ventas en amazon.com en marzo de 2010 y ocupó varias veces el primer sitio en las listas de “Ejercicio y salud” y “Dietas y pérdida de peso” de ese mismo sitio durante casi un año. Además, muchos de mis amigos de la comunidad cavernícola también han publicado otros libros populares en el último par de años. La influencia que la Sabiduría Colectiva tiene en nuestra psique colectiva nunca había sido tan endeble, pues la gente está harta de enfermarse, engordar, estresarse y agotarse. Ha llegado la hora de deshacernos de una vez por todas de la ideología impuesta por décadas de libros de dietas de moda, y de regresar a nuestras raíces genéticas de cazadores-recolectores.
Esta obra representa la culminación de la filosofía cavernícola, la cual ha ido tomando forma durante las últimas dos décadas gracias a una profunda investigación y a muchas experiencias de vida. No soy científico ni médico; soy atleta, entrenador y estudiante en una misión de vida por alcanzar la salud excepcional, la felicidad y el desempeño máximo. Mi curiosidad por lo que se necesita para lograr dichas metas es incansable, y desconfío cada vez más de las respuestas con las que nos bombardean las bases tradicionales de la “Sabiduría” en materia de salud (las farmacéuticas, la industria agrícola, la mercadotecnia, las autoridades sanitarias y otras instancias de gobierno), esos insaciables capos de la salud y el ejercicio que son glorificados por las grandes agencias de publicidad y hasta por los sabiondos vendedores multinivel que van de puerta en puerta.
Los diez mandamientos del cavernícola es mi intento por concentrar la información que he aprendido de los mejores biólogos evolucionistas, paleontólogos, genetistas, antropólogos, médicos, nutriólogos, ingenieros en alimentos, fisiólogos del ejercicio, entrenadores y científicos del mundo en una lista concisa de mandamientos que promueven una óptima expresión de los genes y una mejor supervivencia en el curso de la evolución humana. A pesar de que el libro que tienes en tus manos es producto del nuevo milenio, los mandamientos que contiene son tan viejos como el origen de la humanidad, y no hacen más que recordarnos las bases de la salud que parecemos haber olvidado, o malinterpretado, en estos tiempos modernos.
Los contenidos de este libro llegan a tus manos sin la censura de la pretensión ni del decoro. No le debo nada a ningún empleador, instancia gubernamental, comité regulatorio ni benefactor, ni a ningún otro poder supremo que pudiera intervenir y filtrar mi mensaje. No tengo intenciones ocultas, excepto quizá venderte el libro que cambiará tu vida. Simplemente no confío en los principales elementos de la Sabiduría Convencional que durante décadas hemos aceptado como evangelios.
En mi caso, la desconfianza proviene de haber gastado 35 años de mi vida intentando “hacer lo correcto” (otro tema recurrente) al seguir con diligencia las reglas de la Sabiduría Convencional. Durante varios años corrí hasta 160 km a la semana con la mente puesta sólo en competir en las eliminatorias olímpicas de maratón. En mi mejor momento, muchos me consideraban la encarnación de la buena salud: 6% de grasa corporal, frecuencia cardiaca en reposo de 38 ppm y un tiempo envidiable para correr un maratón de 2’18’’ que me había llevado al quinto lugar en el campeonato nacional de maratón en Estados Unidos.
Aunque alcancé algunas metas importantes durante mi carrera como deportista de resistencia, también experimenté ciertas caídas devastadoras. Poco después de mi mejor desempeño en un maratón, el estrés físico monumental de mi régimen de entrenamiento y la modernísima dieta “alta en energía” derivaron en una serie de lesiones graves, enfermedades y agotamiento. A pesar de que parecía la encarnación de la buena salud, en realidad era un ejemplo de estrés excesivo e inflamación. De mis amistades era el que estaba en mejor forma, pero aun así padecía ataques recurrentes de fatiga, osteoartritis en ambos pies, tendinitis aguda en la cadera, trastornos gastrointestinales provocados por estrés y al menos seis infecciones de vías respiratorias altas al año.
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