Por mi profesión de tanto en tanto, no todo lo a menudo que tendría que ser, leo libros de la profesión, aunque generalmente sólo leo artículos. Y en este caso un libro sobre que es la Documentación Fotográfica, tan necesaria hoy en día, donde la imagen fotográfica está omnipresente.
Ha sido una buena lectura ya que me ha permitido repasar lo que aprendí en la carrera y aprender alguna cosa, y eso que el libro es de 2013.
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Todo es fotografiable pero no todo ha sido fotografiado.
La foto como documento es un mundo inexplorado con un lenguaje casi mágico. Los documentos se generan con una intención y sin embargo su uso es, en la mayoría de los casos, muy distinto al origen.
Las fotos ya no se guardan en viejas latas, cajas de cartón o álbumes de piel o plástico, sino que circulan por las redes sociales hasta invadir nuestra intimidad. Casi todos nosotros hemos sido ya etiquetados, y muchos ni siquiera lo sabemos.
Esa ingente cantidad de imágenes que generamos cada segundo puede y debe ser gestionada por los documentalistas gráficos, y de ello se ocupa este libro explicando sus funciones y la problemática derivada de las mismas: derechos, propiedad intelectual, buscadores, bancos de imágenes, recursos o valores patrimoniales.
La invención de la fotografía revolucionó la sociedad. De la idealización se pasó a la realidad y el impacto social fue extraordinario. La verdad se hizo palpable a través de la imagen y comenzaron a generarse millones de documentos para dejar constancia de los hechos. Desde que el adjetivo digital acompaña al término fotografía, se hace necesaria una redefinición: ¿Soporte? ¿Contenido? ¿Emulsión? ¿Fichero? Digamos que es –siempre lo ha sido-, un documento, un mensaje sobre un soporte. Susan Sontag la denominó “artefacto” (hecho con arte), eligiendo un sinónimo sonoro e impecable.
Esos cientos de millones de artefactos que se conservan en empresas, archivos, bibliotecas, museos y centros de documentación, y que se difunden cada segundo a través de las redes sociales son susceptibles de ser gestionados para su rentabilidad cultural y económica, y éste es el reto de los documentalistas gráficos.