El primer libro que leo de Elisa Victoria, y el más reciente. Esta historia sobre adolescentes inadaptados en un pequeño pueblo andaluz me ha cautivado. Ambientado en 1989, en una tiempo pasado, que parece ya olvidado, la protagonista explica las circunstancias en que su amigo del alma, su compañero de desgracias, el que comparte esa adolescencia pesada, se acaba convirtiendo en el protagonista de un momento trágico.
No se puede explicar mucho más sin caer en espoilers.
Pero hay escenas, como cuando visita la habitación de su amigo sin el presente, que te quedan grabadas, por la carga de intimidad que representan.
Me gustan la voz de estas nuevas narradoras que explican la vida en una España de los años 80 y 90 desde una perspectiva femenina y de clase trabajadora, donde no se puede pensar en el futuro, sin saber donde vas a conseguir el dinero para sobrevivir.
Una lectura que me ha servido para conocer a Elisa Victoria, y su visión del mundo.
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Algo pasó en 1989.
Renata vuelve a ese año una y otra vez.
El presente para ella no existe.
El tiempo quedó detenido en Otaberra.
Elisa Victoria sorprende con su libro más arriesgado y emotivo. Renata abandonó Otaberra hace muchos años, pero su cabeza sigue viviendo en ese pueblo, ese lugar en el que creció y en el que se hizo adulta de golpe. Una acequia, un cadáver, un abrigo largo y dos piernas finitas que asoman. A través de recuerdos grabados a fuego, viajes en el tiempo e inesperados puntos de vista, seremos testigos del paso de la vida y la muerte por Otaberra, el lugar del que no se sale nunca, y cruzaremos por este retrato sentimental de una mujer rota en cien piezas y de dos adolescentes obsesionados con el cine de Iván Zulueta, la oscuridad y todos los secretos que tienes claro que te llevarás contigo a la tumba.
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Algo pasó en 1989.
Renata vuelve a ese año una y otra vez.
El presente para ella no existe.
El tiempo quedó detenido en Otaberra.
Elisa Victoria sorprende con su libro más arriesgado y emotivo. Renata abandonó Otaberra hace muchos años, pero su cabeza sigue viviendo en ese pueblo, ese lugar en el que creció y en el que se hizo adulta de golpe. Una acequia, un cadáver, un abrigo largo y dos piernas finitas que asoman. A través de recuerdos grabados a fuego, viajes en el tiempo e inesperados puntos de vista, seremos testigos del paso de la vida y la muerte por Otaberra, el lugar del que no se sale nunca, y cruzaremos por este retrato sentimental de una mujer rota en cien piezas y de dos adolescentes obsesionados con el cine de Iván Zulueta, la oscuridad y todos los secretos que tienes claro que te llevarás contigo a la tumba.
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